…Encuentros 2009

Hubo una discusión, porque Mateo hoyo cuando el Maestro hablaba con Judas, y me le acerqué. Nadie comprendía realmente lo que iba a pasar, solo lo sabía Judas, había sido entrenado y lo sabía yo, porque Él me contaba todas las cosas, y Mamá María. Después, teníamos que esconderlo.

– Hazme así.
-Rosaura, con su mano derecha le señaló a su hija que le tocara la cabeza, siempre le dijo que al ser tocada ahí le ayudaba a ver mejor las cosas-

Hubo un momento en que Judas se fue al huerto y fue tentado para que no lo hiciera.

Y Él se le acercó, y hablaron:
– “¿No te he enseñado acaso, que hay una vida mejor?, que después vas a estar con Mi Padre, ¿a qué le temes?”.

Judas, bajó la cabeza y le dijo con humildad:
– “A Tú sufrimiento, me duele tanto verte sufrir”.

Joshua, le dijo:
– “No hablemos más de esto, se ha de cumplir lo que Mí Padre quiere y así será”.

Yo fui y busqué a Mamá María, y me senté al lado de Ella, estaba triste, faltaban pocos días para que se acercara la hora. Y Ella me miró, tenía unos ojos marrones radiantes, no se había envejecido, tenía su pelo hermoso, tenía una belleza que no era vistosa, era dulce, agradable y me dijo:
– “Cuando el ángel vino avisarme, que iba a tener el Mesías, al Escogido, me pasaron Su vida en la Tierra y esa fue la decisión más dolorosa que tuve que tomar, no la de enfrentarme a los murmullos de las críticas, sino que sabía lo que le iba a pasar. Y un día cuando tenía como seis (6) o siete (7) años, me lo contó Mamá María, que me vio mirando triste, se me acercó y me dijo:
“¿Por qué estás triste?, recuerda, que voy a estar con Mi Padre y voy a estar bien, serán tres (3) días de castigo”.

Lo abracé y le dije, “¿Cómo tan niño sabías eso?”, me dijo, “que lo sabía desde el momento de la concepción, que recordaba quien era su Padre y quien era Él”.

Cuando María, Mamá María, me hizo esa confidencia, yo sentí, que un gran lazo nos unía, mi amor iba más allá de la distancia y del tiempo, y supe que tenía que acompañarla, no solo por Él, sino por Ella, porque Él me lo había pedido.
¡Qué fuerte!, ¡qué pedimento tan fuerte!

Había un anciano, que hacía imposiciones de mano y decía que curaba a la gente, y muchos le creían y se acercaban. Y veníamos caminando agarrados de la mano y Joshua solo lo miró, y él supo quién era, se arrodilló a sus pies, y le dijo:
– “Señor, perdóname”.

Joshua, lo levantó, y le dijo:
– “Estás haciendo lo que sabes hacer, hombre”.

Y él le dijo:
– “No sé hacer más nada”.

Le puso la mano en la cabeza, y le dijo:
– “Tienes el don de ver y apreciar, mas le tienes miedo a ese don, deja que salga en ti y realmente ayuda a la gente”.

Seguimos caminando, él se había quedado sorprendido de las palabras de Joshua y en eso se acercó una señora y le dijo que quería verse con él. Él miró a Joshua que estaba a lo lejos y le hizo sí con la cabeza, -Asiente- y la atendió, y desde ese día fue detrás de Él, día tras día hasta su muerte.

Hay muchos que estuvieron con Él, que no aparecen, porque las escrituras se perdieron.

Nos tocó sacar a Judas y esconderlo, y llevarlo, porque estaba llorando mucho y Mamá María con una gran entereza lo agarró, y le dijo:
– “¿No sabes que, sin ti, no se hubiera podido cumplir lo que Mí Amado Hijo tiene que hacer?”.

Fue muy duro para él, todos lo despreciaron, los fariseos, los escribas, todos lo acusaban y decían cosas horribles de él. Y Joshua, me dijo:
– “Ve a buscarlo”.

Y me lo llevé a un lugar seguro, le corté el pelo, le di ropas nuevas y le dije que nos esperara en la casa de Juan, que íbamos a regresar ahí.
-Rosaura, suspiró-

Me acerqué a Joshua y lo abracé, no pudimos hablar, fue tan hermoso, tan hermoso.
Mamá María, se acercó y nos dijo:
– “Faltan tres (3) días, ¿por qué no aprovechan para estar un poco juntos? Yo velaré vuestro sueño”.

Y Él se volteó, y le dijo:
– “Madre, siempre estaremos juntos”.

¡Qué hermoso!, sonrió, yo le dije:
– “¿No quieres compartir con nosotros?”.

Ella volvió a sonreír y nos dijo:
– “Quiero que estos momentos sean para Él, ya lo tendremos en toda la Eternidad”.

Y nos fuimos caminando hacia el monte arriba, y fue una noche hermosa, contemplamos las estrellas y le pregunté:
– “¿Te volverás acaso una estrella?”.

Mis conocimientos no eran tantos, aunque estaba preparada, ¿y sabes qué me dijo? Que no solo sería una estrella, sería el viento, sería el tiempo, sería la luz, sería el amor, sería el ayer y sería el hoy, pero, sobre todo, siempre sería el futuro.

Yo me recosté en Su regazo y Él me acarició la cabeza y me quedé dormida. Fue tan hermoso, le encantaba mi pelo, me lo soltaba, decía que brillaba a la luz de la luna.

No quiso que tuviéramos hijos, pues se iba a perder la credibilidad de lo que tenía que hacer y yo acepté, la misión era lo más importante.

Faltaban unas horas para que llegaran los soldados y me dijo, que me amaba, que fuera con su Madre, que la acompañara, que nos diéramos fuerza las dos, que iban a presenciar cosas muy fuertes y terribles, y que teníamos que estar unidas y así fue, así fue.

Nos entendíamos con la mirada y hablábamos con la mente, Él me enseñó. Era majestuoso cuando se paraba a hablar con las masas, más muy pocos comprendieron, que estaban ante el Mesías. Había mucho retraso, había mucha gente necesitada y aún los muy ricos, no tenían nociones, solo los que tenían buenos principios y sentimientos nobles eran los que prevalecían sobre los demás, más era un concepto difícil de explicar, donde el poder de la guerra, donde se sentían a los romanos caminar, los soldados, surgió el ruido de sus pasos cuando pasaban las tropas: ¡PLÓM, PLÓM, PLÓM, PLÓM, PLÓM, PLÓM, PLÓM!

Cómo iban a entender, que lo que Él estaba enseñando, era lo que les faltaba a todos, que era el amor.

Días atrás, yo había tenido un dolor muy fuerte en el pecho y Él se acercó, yo le dije:
– “¿Será que me voy para no ver Tú sufrimiento?”.

Me acarició la cabeza, y me dijo:
– “Debes cuidar a Mí Madre y enseñar a los demás lo que sabes, no serás reconocida, no serás entendida, pero tú semilla quedará y aunque ellos, todos en el fondo de su corazón, saben que fuiste la escogida, su parte humana los va a dominar, debes estar preparada, aunque Sé, que nunca te van a dejar sola”.

Y fue cuando decidí escribir mis vivencias con Él.

El tiempo se apagaba, se terminaba y yo quería detenerlo, y le dije:
– “Tú que todo lo puedes, danos una hora más”.

¿Sabes qué dijo? -Rosaura, mirando a su hija-
– “Una hora, un minuto, un instante, tiene el valor que le da, y un minuto contigo, vale toda la Eternidad”, me abrazó.

-Rosaura, inhala aire profundamente y continúa-

Hubo uno de los sacerdotes, Samuel, que se dio cuenta que era el Mesías. Se quitó los trajes y se puso una túnica sencilla y se fue detrás de Él. Y de repente, una mujer lo reconoció, y le dijo:
– “¿Tú no eres uno de los sacerdotes?”.

Le respondió:
– “El único Maestro que hay es Él”.

Joshua, lo vio y se acercó, y le dijo:
– “Dichoso tú, que vas a compartir Conmigo”.

El sacerdote, le dijo:
– “Por qué no haces ver, ¿quién Eres?”.

Jesús, le preguntó, Joshua:
– “¿Cómo lo descubriste?”.
– “Porque caminaste y había unas flores marchitas en un tarro de cerámica, las tocaste con infinito amor y volvieron a florecer. Ni te disté cuenta porque seguiste caminando, y me acerqué a las flores, tenían un aroma espectacular, y así supe quien Eras, y Tú humildad y Tú paciencia, ¿cómo no te iba a seguir, Maestro?”.

Se volteó donde yo estaba, y me dice:
– “¡Magdalena, Magdalena, ¡qué apegado Estoy a ti!, ¡qué consuelo me mandó Dios en estas horas finales!, Mi Padre, Me ama”.

Yo lo abracé, y le dije:
– “Nos ama, esperaré lo que tenga que esperar y estaremos unidos por la Eternidad”.

Fueron momentos tristes, muy tristes, se ensañaron con Él, lo golpearon, le gritaron.
Mamá María, no quiso hacer caso, quería verlo en su camino, más Él no lo permitió sino una sola vez, hasta que llegaron a la cruz. Me arrodillé ante Él y le besé sus pies ensangrentados, y toqué Su sangre, y me la llevé a mi corazón, y sentí un gran dolor, y Él me dijo:
– “No sufras mujer, no sufras, recuerda”.

Pero verlo ahí destrozado, desnudo, humillado, ¡era tan duro para mí!, no lo quería ver así y a la vez no podía dejar de verlo, y volví aferrarme a sus pies, y lloré sobre ellos, y me volvió a decir:
– “Recuerda, recuerda”.

Me hablaba mentalmente, solo yo le oía y Mamá María, nos abrazamos, y esperamos.

-Rosaura, inhala aire profundamente-

Dame agua Rosaurita.

Supe que no lo podían tentar, ¡imagínate, tocaba a un pájaro muerto y volvía a la vida!, levantaba a los muertos, curaba a los enfermos y había multitudes de gente siguiéndolo, pero Él no se sentía feliz. La noche, que estábamos viendo las estrellas, recostados sobre el pasto, le pregunté:
– “¿Por qué no Eres feliz, si Estás haciendo lo que Tú Padre Te pidió que hicieras?”.

Me respondió:
– “Porque Me siento como los romanos, pan y circo”.

En ese momento no lo entendí, después comprendí lo que me quería decir, aunque Él les decía, que no dijeran de los milagros, la gente lo hacía.

Una tarde Se voltea, y me dice:
– “La verdadera historia empieza cuando Me levante tres (3) días después”.

Yo le dije:
– “¿Por qué escogiste a seres tan diferentes entre sí?”.

Él me dijo:
– “Cuando el Espíritu Santo los toque, harán su misión y ese es el regalo más grande que Me ha hecho mí Padre, la diversidad. ¿Tú te imaginas estos años de peregrinar, que todos fueran exactamente iguales?”.

Le gustaba, que nos sentáramos a comer cordero y disfrutaba las fiestas, le encantaba que me vistiera bien bonita y me pusiera pendientes y pulseras, me pintara las manos. Era muy tierno.

Un día le pregunté:
– “¿Cómo puedes luchar con Tú parte divina si Eres tan hombre?”, habíamos tenido una noche intensa, hermosa y me respondió:
– “No sabes que el hombre es creación de Mí Padre y tengo que sentir lo que siente el hombre, y vivir y soñar”.

Yo le dije brava:
– “¡Y morir!, porque a eso viniste, ¡a sufrir!”.

Él me tomó de la mano y se me acercó, y me dijo:
– “Vamos a vivir el hoy, mañana será otro día”.

Y me abrazó y ahí me quedé dormida.

-Rosaura, inhala aire profundamente-

Dame agua Rosaurita.

Me dijo que escribiera cuando Él no estuviera y me advirtió, que iban a pasar muchos siglos, antes que esa luz llegara.

Y después, cuando me retiré con Mamá María, me cansé ya de enseñar y estaba cansada y vieja, guardé los pergaminos en unas vasijas, los llevé al monte, a unas cuevas y los enterré, a que el tiempo cumpliera su cometido.

Tócame la espalda.
-Rosaura, le pide siempre a su hija, le toque la espalda en el centro de la misma, en forma de círculo, eso hace que ella se alivie-

(Rosaura hija)
¿Sabes qué?…

(Rosaura)
¿Qué era lo más bello que Él tenía?

(Rosaura hija)
¿Qué?

(Rosaura)
La serenidad, siempre estaba sereno y sus ojos brillaban cuando hablaba, algunos le tenían miedo y se iban, y yo le decía:
– “¿Por qué Te tienen miedo, si Eres el Hijo de Dios?”.

¿Sabes, qué me respondió?
Que no era a Él que, le tenían miedo, sino a sí mismos.

-Rosaura, inhala aire profundamente y continúa-

Los niños están peleando.

(Rosaura hija)
¿Por qué pelean?

(Rosaura)
Por un… como una especie de juguete, era como un, no sé, como un juego, unas piedras. Eran peleas de niños, no eran peleas de adultos, eran más como juego y las calles empinadas de ladrillos.

(Rosaura hija)
Eso es en la época de Él, ¿no?

(Rosaura)
Aja. -Asiente- Había una sequía, no había agua en los pozos y Él iba caminando, tocaba el pozo y el pozo se llenaba de agua, lo hacía sin que nadie lo viera.

Yo me sentí un poquito osada ese día, y le dije:
– “¿Por qué como llenas los pozos de agua, no quitas todas estás guerras y este sufrimiento, toda esta persecución?”.

Y me dijo, mirándome con tristeza:
– “Que todo tenía que ser como estaba escrito, el hombre tenía que crecer y madurar”.

Y yo le dije:
– “¿Para qué?”.

Él me respondió:
– “Ya lo entenderás”.

Y después con el tiempo, cuando ya no Estaba a mí lado y con el consuelo del pronto encuentro, lo entendí.

Soñaba con Él, no me gustaba que me despertaran, nos comunicábamos con los sueños. A veces, en los sueños, eran difíciles, soñaba que recordaba que Él borraba un poco los recuerdos. Un día se lo pregunté:
– “Estoy soñando o estoy viendo visiones”.

Y Él me dijo:
– “Ambas dos”.

¡Ah!, ¡me molesté tanto!, porque yo quería una respuesta y me fui indignada a caminar, y me senté lejos, y cuando Él se me acercó, me fui más lejos todavía, no tenía ganas de hablar, no entendía. Y de repente, se abrió el cielo y una luz me iluminó, como si fuera de día, y esa voz me dijo:
– “Sabes que te amo María Magdalena, dale paz a Mí Hijo, esa es Tú misión, la aceptaste”.

Yo sentí vergüenza, limpié una lágrima de mí mejilla y me regresé donde estaba Él, y no hice más preguntas, preparé la comida, nos sentamos alrededor de la hoguera y comimos, no éramos muchos ese día, estaban todos dispersos, algunos se habían ido al Ceprum, a ver qué estaba pasando. Y yo hice lo que mi Padre me dijo, le fui a dar paz y tranquilidad, que era lo que Él necesitaba.

-Rosaura, estaba dándole la espalda a su hija mientras le relataba y se giró, y abrió los ojos-

Dame por la espalda.

–Rosaura, le tomó las manos a su hija para hacerle ver lo áspera que las tenía-

(Rosaura hija)
¿Por qué me dices que tengo las manos suaves?

(Rosaura)
Porque las mías están ásperas, ¿no las sientes?
-Se las acercó-

(Rosaura hija)
Sí.

(Rosaura)
Porque trabajamos mucho, era tanta la gente que lo seguía, aunque no le gustaba, Él quería que yo me quedara a un lado, pero cómo hacerlo, si eran tantas las personas.

-Rosaura, se levantó de su cama, se quedó sentada, mirando a su hija y continuó-

Hay amores que duran un instante, pero son tan intensos, que permanecen por la Eternidad. Un cruce de mirada, una sonrisa, un imposible, y te hacen vibrar por toda la Eternidad.
Hay amores más comprometidos, más entregados, con más conocimiento del uno al otro, son los que pasan en la vida. Yo tuve la suerte de vivir los dos en uno.

Tenía un vestido verde que le encantaba.

(Rosaura hija)
¿Quién tenía ese vestido?

(Rosaura)
Yo.

(Rosaura hija)
¿Sí?

(Rosaura)
¡Le encantaba! Decía que parecía la primavera, que mí pelo era como el tronco de los árboles y que mis ojos aleteaban como las mariposas, cuando vuelan y que brillaban con la luz de las estrellas, que ese día encarnaba a la primavera.

-Rosaura, inhala aire, ya eran las 01:35 a.m.-

Bueno, vamos a descansar.

Que casi me muero cuando le colocaron ese casco en la cabeza, hecho por ese material, que rodaba por el suelo.

(Rosaura hija)
¿Sufriste mucho, verdad?

(Rosaura)
Mucho, yo estaba como en estado de shock, me preguntaba, pero si Él curaba a los leprosos, levantaba a los muertos, ¿por qué Él no se curaba las heridas? Y mentalmente, me dijo:
– “Porque las heridas no son físicas, son del alma”.

Siempre estaba de buen humor.

San Antonio de los Altos, Edo: Miranda, Carrizal, miércoles 22 de julio de 2009
Hora: 12:34 a.m.

Rosaura Gonzalo